Actividad prevista para el sábado, 29 de Abril de 2.023.-
Quizá
sea esta la ruta de senderismo más bonita y espectacular que podemos realizar
en el parque natural de Cazorla, Segura y Las Villas, sin desmerecer a otras en
el mismo entorno, aunque menos conocidas y transitadas. Si tenemos que
recomendar una a alguien que no conozca el parque, sin duda es esta. Este
parque es el más extenso de España, y el segundo espacio protegido más extenso
de Europa y reserva de la biosfera.
Es
de los pocos sitios en España donde te puedes perder, en el sentido de
extraviarse del camino.
Nuestra
ruta discurre por las elevaciones montañosas de la margen derecha del río
Borosa, siguiendo, en la primera parte, el antiguo trazado del sendero
PR-A-192, desde la piscifactoría del Borosa a la cumbre del Banderillas (1.993
m), pero desviándose pasado el Tranco del Perro, cerca del collado de
Roblehondo, a la derecha, para recorrer los cintos del Fraile y de la Higuera,
llegar hasta los pies del Picón del Haza, y alcanzar el nacimiento de Aguas
Negras, junto al embalse.
Por
los túneles de la canalización de agua que alimenta la central eléctrica del
Borosa, bajamos hasta el salto de los Órganos, un desplome de agua que ha
labrado en la piedra caliza un relieve singularísimo, y, siguiendo el curso del
Borosa, regresa a la piscifactoría, a través de la cerrada de Elías.
En
general, la ruta es dura, por lo largo del recorrido, y por lo diverso de los
firmes que encontramos en el trazado. Pero bien merece la pena el esfuerzo: La
diversidad de los parajes, lo espectacular de las montañas, formaciones
rocosas, pasos y lugares singulares, y la variedad y belleza de los paisajes
que encontramos en un solo recorrido, no dejan a nadie indiferente, y se recuerdan
siempre.
Y
sin más preámbulos, comenzamos el recorrido en la piscifactoría del Borosa, a
unos nueve kilómetros de Coto-Ríos, y próxima a la Torre del Vinagre y al área
recreativa de los Rodeos. Encontramos aquí el centro de interpretación del
Borosa, y una zona amplia del cauce, frecuentada por visitantes y pescadores,
con una orografía singular. Una pista forestal bastante ancha, discurre por la
margen derecha del Borosa. La recorremos unos metros, pasando el puente junto a
la piscifactoría, y la barrera que impide el paso a vehículos. Al cabo de unos
trescientos metros, a la izquierda, se abre el barranco del Ruejo, un arroyo
que cierra la masa forestal de la Maleza de Santiago. Habitualmente, hemos
remontado por aquí la cuerda de la margen derecha del Borosa, con bastante
pendiente, pero siguiendo la pista unos ciento cincuenta metros más, pasada la
fuente, está el principio del sendero, que nos llevará al mismo sitio, con más
zetas y menos pendiente. Se observa alguna marca del PR-A-192, aunque muchas se
han borrado por falta de mantenimiento del sendero, dicen que
intencionadamente, por lo frecuente de los que se perdían intentando
recorrerlo.
Recorremos
la cuerda de la sierra unos cuatro kilómetros y medio, ascendiendo unos
quinientos metros, con pendiente de más del veinte por ciento, hasta las faldas
del cerro del Pesquisidor. Comenzamos en cota 650 y ya estamos en cota 1.150 m.
El sendero es bueno, con alguna zona rocosa. Discurre entre pinos, y se abre
por momentos, dejando contemplar panorámicas espectaculares del parque sobre el
Borosa.
La
senda nos da un respiro llagando al cortijo de Laza (o, quizá, “del Haza”).
Aquí se izaba una sencilla cruz, en un mirador espectacular. Solo dan fe de los
antiguos cortijos, sus ruinas, en muchos casos obligados a ser abandonados por
la creación del parque, aunque todo este entorno natural remonta su historia
hasta tiempos en que la madera era la materia fundamental en la construcción de
barcos para la marina española.
Quinientos
metros de llano, para bajar unos cien metros hasta el barranco de los
Adredareros (o, quizá, “de los Abrevaderos”). Y volver a la subida. Llevamos,
hasta aquí, unos seis kilómetros y medio, y 600 m de ascensión acumulada.
El
sendero sigue siendo bueno. En el barranco se pierde un poco, pero con un poco
de atención y sabiendo que nos vamos por la derecha de la ladera, lo retomamos.
Ascendemos por la ladera de Los Torcalillos, una formación montañosa, al Oeste
y paralela a la del Banderillas, pero mucho más modesta. El bosque de pinos nos
envuelve de nuevo, y vamos rodeando la ladera, siempre en subida. En algún
tramo el sendero se deteriora por la erosión, pero se progresa bien.
Por
fin, llegamos al collado de Roblehondo. Llevamos nueve kilómetros y medio de
camino, y más de 900 m de subida acumulada, en cota 1.400 m. Este es un punto
con una panorámica espectacular. Tenemos a la vista la cuerda del Banderillas,
imponente.
El
sendero, muy desdibujado por lo pedregoso, las lascas y los escalones, sigue
hacia arriba, hacia la mole pétrea del Banderillas. Aquí, a base de dinamita,
se abrió un paso, el Tranco del Perro, para comunicar el valle con los Campos
de Hernán Perea, al otro lado del Banderillas. Es un paso que no supone
dificultad, salvo el salto de una vieja barrera de troncos, la cuesta arriba, y
que el sendero de herradura tiene la horma desmoronada. Estos derrumbes no le
quitan espectacularidad al paso. Era frecuentado por la Guardia Civil y los
guardas del parque para evitar la caza furtiva en otros tiempos. Tras un
zig-zag detrás de otro, llegamos a los pies del Puntal del Águila. Tenemos
puntales de la cuerda del Banderillas a un lado y a otro, fuertes pendientes,
rocas y senda poco marcada. Llevamos algo más de diez kilómetros y medio y más
de 1000 m de ascensión acumulada.
Salvamos
un pequeño collado a la derecha, y ante nosotros tenemos el techo del cinto de
la Higuera. Imponentes paredes de piedra se alzan a nuestra izquierda, y un
balcón nos da vistas espectaculares a la derecha. Entre ambos, una franja de
unos cien metros (o menos) de ancho, nos sirve de pasillo para progresar. La
senda baja y sube, con frecuentes erosiones y piedra sueltas, pero transitable.
Pasado
el Puntal de las Cabras, encontramos la Cuesta del Picachal, bajando hasta la
Hoyica del Jorro. La remontamos, con alguna dificultad porque el boj nos cierra
un poco el paso. Y, al otro lado, se abre el cinto del Fraile. Es increíble que
hubiese aquí un campo arado en otro tiempo: Cómo podrían subir hasta aquí para
trabajar la tierra y bajar la cosecha. Las ruinas del cortijo del Haza guardan
su secreto. Sin duda, este trecho desde el collado de Roblehondo hasta el Picón
del Haza, gran farallón que tenemos enfrente es un paraje que no podremos
olvidar. Recorremos una franja de terreno colgada a más de 1.300 m de altura.
Espectacular es un adjetivo que se queda corto. Hasta remontar la falda del
Picón del Haza, donde comenzamos a descender, habremos recorrido unos quince
kilómetros y medio, con algo menos de 1.100 de ascensión acumulada.
Dando
la vuelta al Picón del Haza, girando a la izquierda, con poco sendero y
frecuente piedra suelta, llegamos al canal que alimenta la central eléctrica
del Borosa, que se abre paso desde el embalse. Junto al canal, que tendrá un
metro de ancho, más o menos, ya tenemos un camino cómodo de andar. Lo tomamos a
la izquierda para acercarnos al embalse del Borosa y nacimiento de Aguas
Negras. Está a unos ochocientos metros y pasaremos por un par de túneles. El
camino se hace escalonado en algún tramo y descarnado por la erosión. Más al
sur del embalse está la Laguna de Valdeazores, otro embalse en el arroyo del
mismo nombre, pero se nos queda un poco lejos en esta ocasión.
Esta
zona, con el agua enlagunada y el relieve que la rodea es muy bonita. Habremos
andado hasta aquí cerca de diecisiete kilómetros, con unos 1100 m de ascensión
acumulada.
Emprendemos
el regreso. Desandamos el camino, paralelos al canal, y lo continuamos girando
a mano derecha a las faldas del Picón del Haza. Encontramos la boca de otro
túnel. Éste tiene bastante más recorrido que los otros, que eran aberturas en
la roca. Este tercer túnel parece una galería, con un pasillo estrecho entre la
pared y el canal que discurre por el centro. Hay algunas ventanas abiertas por
las que se ventila y entra luz. Suele haber bastante gente transitando, y el
pasillo se hace así, más estrecho. Serán unos doscientos metros de túnel.
Salimos al valle del Borosa, que podemos contemplar a 1.200 m de altura. El
camino se hace ancho, con bastante pendiente y piedra suelta. Nos baja unos
cincuenta metros. Y encontramos otra de las maravillas de este itinerario y de
todo el parque: El salto de los Órganos. Es la caída de agua que alivia el
embalse del Borosa, y que ha labrado en la roca caliza unas formas singulares
que recuerdan a estructuras de basalto, a tubos de un gran órgano de una
iglesia. En la base, un pequeño estanque y el arroyo forman, con el salto del agua
y el relieve, un conjunto de gran belleza. Mucha gente viene hasta aquí en el
camino de ida y vuelta por el Borosa que recorreremos en nuestro regreso.
Nos
quedan unos diez kilómetros, casi todo cuesta abajo, pero más de dos horas de
camino hasta la piscifactoría. No tiene dificultades. Es amplio y con buen
firme, salvo contadas excepciones, sobre todo hasta llegar a la central
hidroeléctrica. Hasta ahí, bajamos con bastante pendiente, pasando por una zona
de desprendimientos. Caminamos por la margen derecha del Borosa. En el cauce
aparecen formaciones caprichosas, de piedra, que ha labrado el agua con el
tiempo, en un entorno forestal y de vegetación espectacular. Una de estas
formaciones es la cascada de la Calavera.
La
central la encontramos tras unos diecinueve kilómetros de camino. Aquí
encontramos una fuente. Un poco más adelante, podemos contemplar como bajan las
tuberías que la alimentan, con gran pendiente, en una obra de ingeniería
espectacular, de otros tiempos, y también, en lo alto, los parajes que hemos
recorrido hace unas horas.
Dos
kilómetros más adelante, ya con menos pendiente en el camino, pasamos por una
zona de confluencia de arroyos: Es la fuente del Nidilo, primero, y después la
cerrada del puente de piedra. El camino sigue, bajando progresivamente. Un poco
antes del kilómetro 23 de ruta, se abre una bifurcación a la izquierda, donde
parte un sendero, que tomamos, para recorrer la cerrada de Elías. Es un espacio
cerrado, un barranco que ha abierto la erosión del agua, muy angosto en algunos
tramos, donde se han habilitado pasarelas y puentes. El agua fluyendo, la
vegetación y las paredes rocosas, forman un conjunto precioso, frecuentado por
muchos visitantes. Es, sin duda, uno de los lugares emblemáticos del parque.
Estas cerradas son frecuentes en él. La cerrada del Utrero y la cerrada del
Pintor, son muy espectaculares.
La
salida de la cerrada se hace en Vado Rosales, donde retomamos la pista que
habíamos dejado. En el kilómetro veinticinco y medio, pasamos por el puente de
este Vado, y algo menos de un kilómetro más adelante, encontramos otro, en un
lugar donde las fuerzas orogénicas han creado unos espectaculares pliegues que
se observan con claridad en el relieve de las paredes y suelo del cauce del
río. Son los Caracolillos. El puente da paso a una bifurcación del camino.
Continuamos por la derecha, sin cruzarlo.
Otro
kilómetro más, y llegamos a otro punto singular, la desembocadura del arroyo de
las truchas, que forma el Charco de las Graceas, donde la orogenia ha labrado
el piso del cauce, de forma evidente y singular.
Y
un poco más adelante, el camino y el cauce se ensanchan bastante. Pasamos de
nuevo por la fuente, el barranco de Ruejo, la barrera que cierra el camino.
Estamos, de regreso, en la piscifactoría.
Habremos
andado unos veintisiete kilómetros, con más de 1.100 m de ascensión acumulada.
La
actividad la catalogamos como de nivel III+, que supone:
- Recorridos en Media Montaña.
- Recorridos con desniveles grandes que pueden superar ocasionalmente los 900 m.
- Rutas de larga duración, entre 6 y 8 h.
Este
tipo de rutas requieren experiencia en senderismo y buena condición física.
Quizá
habría que añadir un “+” extra, por que serán más de ocho horas de ruta por
caminos de todo tipo y un desnivel acumulado importante.
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